El sabor de ella (Parte I)
Obsesión era una palabra aterradora, pero aún así no estaba lo suficientemente cerca a describir lo que sentía por ella. La necesidad, la sed, el hambre. Ello lo consumía lenta, pero dolorosamente, lo estaba haciendo perder su sanidad al punto de tener que retenerse físicamente de actuar ante sus deseos. Podría haber sido más fácil alejarse de ella, pero eso solo hacía peores las cosas la siguiente vez que la veía o escuchaba de ella.
Se preguntaba si había algo mal con él, incluso llegó a preguntar, pero nadie fue capaz de entender y mucho menos proveer una respuesta o consejo adecuado. Todos pensaron que solo le gustaba demasiado, sin embargo él lo decía de forma literal, quería hacerla suya, comerla, consumirla. Para su suerte y la de todos, no había alcanzado aún el punto de empezar a planear cómo hacerlo, él solo sentía ese fuerte deseo y temía perder el poco control que aún le quedaba porque no estaba seguro de que no lo haría si pasara.
Al principio las cosas fueron manejables ya que ella fue muy directa y clara en no querer ser su amiga -o de cualquier chico, para ser honestos- debido a una mala experiencia en el pasado, pero sería cordial porque tenían amigos en común. Las conversaciones que solo los involucraban a ambos eran raras, pero conforme pasaba el tiempo no tuvieron más elección que hablar en lo que llegaban los demás o acababan con sus asuntos. Era menos extraño e incómodo que estar en silencio. Ella, más probable que no, no le daba mucha importancia, pero mientras más aprendía él de ella por su propia boca, más crecía esa sensación desconocida en su interior y, como se dijo, aún era manejable, aunque se debía a que no lo había podido identificar.
Y cuando lo hizo, todo fue de mal en peor.
No se suponía que estuviese allí, pero allí estaba de todas maneras, por su hábito de decir mentiras como si fueran verdades e ir en contra de sus propias palabras si era conveniente. Lo había notado hace mucho, no parecía ser algo que proviniera de la malicia y la astucia sino de la indecisión y el fuerte deseo de mantener ocultas sus verdaderas opiniones si es que podían ser usadas en su contra. De hecho, fue eso lo que inició todo, porque no le gusta tener preguntas sin responder, pero ella fue tan perfecta construyendo su castillo de mentiras que él no pudo encontrar ninguna sola entrada para poder destruirlo desde el interior. Todo lo que pudo hacer entonces fue admirarla por vencerlo con facilidad sin siquiera enterarse aunque, como ya sabemos, aquello se convirtió en algo más profundo.
Después del tercer bar de la noche, el grupo se separó y tuvieron sus propias aventuras, pero se suponía que se cuidarían entre si de todas formas y se irían juntos, lo que claramente no sucedió. Unos cuantos tragos mas tarde, la encontró en un pasillo cerca a las escaleras, sentada en el piso con su cabeza apoyada contra la pared. Ella lo miró en cuanto se acercó.
—Sé que preferirías estar con cualquier otra persona, pero hasta que cualquier otra persona lea el chat grupal y venga a tu rescate, te jodes.
—A solas no se disfruta tanto.
No estaba acostumbrado a ser el receptor de sus respuestas coquetas, ella lo hacía con los hombres de los que buscaba obtener algo o si los quería molestar, y él se encontraba en la zona intermedia a la que ella apenas le daba importancia. Viendolo no saber cómo responder e intentando con todo lo que podía empujar al fondo de su mente el pensamiento que surgió de su insinuación, ella rió.
—Parece que eso te atrae, quién lo habría pensado, pero supongo que eres un hombre despues de todo, ¿no es así? Dime, ¿te gustaría si lo hiciera? ¿Querrías que lo haga?
El alcohol en su cuerpo empezaba a avivar el fuego que ella encendía con sus palabras y esos ojos. Sabía que algo se escondía detrás de su usual indiferencia, suponía que se trataba de su complejo de superioridad reafirmado con lo facil que había engañado al resto y cuán excelente era en todo, pero ahora mismo era algo más, y él ansiaba saber de qué se trataba.
—No voy a darle cuerda al parloteo de una borracha.
—Qué curioso, el único borracho aquí eres tú, yo solo tomé jugo en toda la noche, así que asumo que es un si. Un gran, duro y placentero si.
Y tenía razón.
Había olvidado por un momento que durante un tiempo ella no podría beber porque se acaba de recuperar de una terrible gripe, lo cuál fue su excusa para no venir, ya que estaría muy tentada a hacerlo, pero sorprendentemente (o no, dada su cambiante voluntad) no cayó en las insistencias del grupo en que un par de tragos no la harían recaer, y ahí fue cuando se encontró bebiendo el doble de lo usual, como si compensara su forzada abstinencia mientras trataba de ahogar sus pensamientos y deseos. Ella estaba sobria y cuerda, no necesitaba su ayuda ni la de nadie más, pero aún así la siguió como un tonto y se expuso abiertamente para que ella lo juzgara y se burlara de él.
Y no había nada que pudiera hacer al respecto, porque lo estaba disfrutando mas de lo que debería, porque le gustaba tener toda su atención solo para él incluso si significaba tener que ser ridiculizado.
El calor empezaba a ser insoportable, su piel ansiaba y dolía por ser tocada y tocarla, sus rodillas apenas podían mantenerlo de pie, su mente luchaba por mantenerse consciente, todo lo que quería era rendirse y estaba a punto de hacerto hasta que ella se rió de nuevo.
—¿Sabes? Me gusta coquetear y provocar, pero no es divertido si solo te vas a quedar ahí parado, incómodo. Ya me aburrí, dile a los demás que me voy.
Lo cambió todo, porque ahora quería más, quería que ella se rindiera, lo quería todo y aún más, porque hacerla suya no sería suficiente.
Ella se levantó y arregló su ropa con rapidez antes de irse, y en un latido ella ya no estaba allí. Dudó si seguirla o no, ya había perdido toda su dignidad, pero quizás eso era lo que ella quería, o quizás no, no podía decidirse, pero tampoco quería dejar así una oportunidad como esa porque ella nunca iba a reconocer que había sucedido, así que en un impulso fue a buscarla... y era demasiado tarde, la vió a lo lejos yendose en un taxi privado.
Desde entonces ha recordado esa noche cada vez que la ve, cada vez que piensa en ella, o solo porque sí. Ha estado esperando por otra oportunidad, pero nunca llega. La ansiedad lo esta consumiendo, la paranoia también, frecuentemente duda de si fue real por la manera en que es excelente en ignorar su completa existencia. No sería el primero ni el último momento que ha imaginado con ella. Últimamente esas falsas escenas se han vuelto muy detalladas, gráficas, crudas e incluso explícitas, al punto en que ahora las confunde con la realidad. Al principio lo ayudaban a calmarse cuando estaba cerca de ella o lejos de ella, sin notar que lo estaban convirtiendo en un adicto y acrecentando su deseo de hacerlas realidad, de tenerla completa para él.
Lo poco que queda de su moral y sanidad son como una soga cuyos hilos se han ido quebrando uno por uno, y él sabe, y teme, que no será capaz de contenerse a si mismo, si, pero aún mas que a pesar de tener éxito en ello no estará satisfecho y que por el resto de su vida tendra que vivir de esta manera, deseando, anhelando y soñando consumirla.
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